4.2. Aprendizaje a lo largo y ancho de la vida
El aprendizaje ya no se limita a una franja concreta de edad ni se desarrolla únicamente en las instituciones educativas convencionales (escuelas, institutos, universidades, etc.). Hoy aprendemos «lo largo y ancho de la vida» (Castañeda y Adell, 2013), es decir, a cualquier edad y en varios ámbitos y situaciones.
Las personas no solo aprendemos en entornos pedagógicos formales, sino que se puede decir que toda la vida es una fuente de aprendizaje. Este aprendizaje continuado se ha dado siempre, pero hoy se ha hecho:
- más necesario, debido al cambio y la complejidad crecientes, que aceleran la obsolescencia del conocimiento, y
- más posible que nunca, gracias a las innovaciones tecnopedagógicas, que nos proveen de nuevos dispositivos, servicios y modalidades de aprendizaje.
A diferencia de lo que pasaba en sociedades tradicionales, la cantidad de conocimientos acumulados por una persona ya no es actualmente un factor determinante para su desarrollo personal y profesional. Ahora que la información es abundante y fácilmente accesible, adquiere una importancia determinante la capacidad de aprender de manera permanente. Esta capacidad para el aprendizaje y la adaptación a lo largo de toda la vida se hace clave para encarar con garantías los retos y las oportunidades que nos plantea el actual contexto social, marcado por el cambio y la complejidad.
El Parlamento y el Consejo Europeo (2006) establecen ocho competencias clave para el aprendizaje permanente. Entre ellas encontramos las competencias digitales, que van mucho más allá de la habilidad para emplear las TIC como instrumentos. Incluyen valores, creencias, conocimientos, capacidades y actitudes para hacer un uso adecuado de la tecnología, con el fin de construir conocimiento (Gutiérrez, 2011).
De acuerdo con Ferrari (2012), las competencias digitales son un derecho del ser humano, que incluye, además de la capacidad para emplear de manera eficiente la tecnología, otras competencias relacionadas con la gestión de la información, la colaboración, la comunicación y compartición de información, la creación de contenidos y conocimiento, la ética y la responsabilidad, así como la evaluación y la solución de problemas.
El uso de las tecnologías digitales y la web social, y la proliferación de los dispositivos móviles, facilitan extraordinariamente el acceso a todo tipo de contenidos, por todas partes y en todo momento. Así, el aprendizaje puede hacerse omnipresente, ubicuo (Ros, 2011, Ehlers, 2009).
Desde sus inicios, internet ha permitido a múltiples usuarios acceder a contenidos, servicios y entornos de comunicación desde diferentes ubicaciones y a cualquier hora. Esta capacidad de superar las barreras del tiempo y el espacio ha dado un paso más con la generalización de los dispositivos móviles (teléfonos inteligentes, tabletas, ultraportátiles, etc.).
En el entorno de estos dispositivos, se ha desarrollado todo un universo de herramientas y servicios (aplicaciones, geolocalización, realidad aumentada, almacenamiento en la nube, etc.), así como nuevas metodologías que buscan aprovechar su potencial didáctico, conocidas como mobile learning(m-learning) o aprendizaje móvil. El uso de estas nuevas herramientas y metodologías incrementa en gran medida los lugares, los momentos y las oportunidades para aprender.