3.1. Introducción
La progresiva introducción de las tecnologías digitales en el mundo educativo ha dado lugar a diferentes modalidades de enseñanza y aprendizaje, que han ido evolucionando y transformándose. Una de las clasificaciones más usuales distingue tres modalidades de formación en función del grado de presencialidad:
- Educación en línea. Surge como una evolución de la educación a distancia tradicional y se imparte con el apoyo de las tecnologías digitales. El acceso a los contenidos, la elaboración de actividades y la interacción entre alumnos y docentes se desarrolla en línea a través de internet, dentro de los denominados entornos virtuales de aprendizaje. La formación mediada por la tecnología ha recibido diferentes denominaciones: educación en línea, educación virtual, teleformación o educación electrónica, entre otras.
- Educación presencial. Se trata de la modalidad educativa tradicional, en la cual profesor y alumnos coinciden físicamente en el mismo espacio y en el mismo momento, y la actividad educativa se convierte en una interacción frente a frente.
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Educación semipresencial o mixta. Parte de la formación se imparte presencialmente y otra parte en línea, con el objetivo de conjugar las ventajas de las dos modalidades de formación y compensar sus carencias.
Internet y las herramientas digitales han sido el apoyo básico de la educación virtual. En cambio, tradicionalmente, el papel de la tecnología en la educación presencial ha sido nulo o meramente auxiliar. En los últimos años, sin embargo, las tecnologías digitales tienen cada vez mayor presencia en las aulas y otros entornos de enseñanza y aprendizaje: pizarras digitales, equipos audiovisuales, ordenadores, uso de herramientas web 2.0, etc.
Asimismo, la educación virtual ha permitido planteamientos metodológicos que sitúan al estudiante en el centro y promueven la autonomía del alumno (autoaprendizaje, autoevaluación, etc.) y la adopción de un rol de orientador por parte del docente o tutor en línea. La educación presencial también ha tendido a incorporar de manera progresiva estas formas de trabajar, pasando así de modelos principalmente transmisivos, en los que el flujo de conocimiento descendía desde el profesor hacia los alumnos, hacia metodologías horizontales e interactivas, en las que el aprendiz adquiere mayor protagonismo.